La última espada negra (Volúmen I): Prólogo: Un forastero en un mundo extraño

El mundo de Orbis Magna es un enorme planeta situado en cierta galaxia de cierto universo. Este lugar es habitado mayormente por seres humanos y las sociedades cuentan con un avance considerable en tecnología.
Ciudad Bendición forma parte de una gran Nación llamada País Bendito, y este país posee un sistema que clasifica socialmente a las personas por rangos de prestigio, los cuales son rango C, B, A y S, siendo el C el menor y el S el Superior y que influyen en el desarrollo de la gente en los ámbitos académicos, deportivos, y militares. Ciudad Bendición está dividida en nueve distritos y cada distrito es tanto residencial como industrial.
Esta ciudad se ha vuelto hoy día mucho más famosa porque está permitiendo avance y desarrollo a la gente joven de País Bendito, incentivando por becas para poblar la ciudad y hacer que la misma sea una ciudad mayormente juvenil, atrayendo gente de todos los rangos y con el máximo poder que posean para que hagan servicio militar y presten sus poderes a la milicia o a sistemas de protección local cuando se requiera.
La emoción en habitar una ciudad tan prestigiosa es vasta para una mayoría de jóvenes ilusionados que buscan crecer y tener un mejor futuro en el sistema de Ciudad Bendición.
La emoción es mucha en la gran mayoría de jóvenes, menos, aparentemente, para cierto muchacho que se encuentra ahora mismo sentado en una banca de madera, en una plazoleta comercial del distrito tres de la ciudad. Toma una bebida enlatada casi a medio día.
El chico se nota algo cansado, incluso, fatigado a pesar de que está bajo el sol a todo gusto. En esta plazoleta en la que está hay pocos árboles, los que hay no alcanza para refrescarse, pero, por el sitio recorre mucho viento, a pesar de la cantidad de gente y de robots que transitan por el lugar.
En el sitio, un robot de limpieza anda absorbiendo basura, y el chico con algo de técnica lanza la lata a chocar contra el robot, atinándole, el robot de inmediato se percata de la basura y la absorbe por igual, sin problema.
El chico solo exhala.
—¿Por qué a mí…?—se pregunta el joven, y después prosigue para sí mismo. —El otro día que subí a la azotea del edificio departamental, me topé con algo extraño. He visto muchas cosas raras en esta ciudad, pero, jamás había visto que alguien estuviera dormido encima de las plantas que suelo cuidar todos los días... y la apariencia que tenía él era de lo más extraño…—expresa él, recordando ese suceso.
Memoria:
El mismo joven sube por las gradas que le llevan a la azotea del edificio departamental donde él tiene unas plantas ordenadas en sus respectivas masetas, cuando llegó, encontró a un joven muchacho que estaba dormido encima de ellas, pareciera que hubiera caído desde un lugar de gran altura.
Cualquiera diría que, posiblemente, ese muchacho cayó del cielo por la forma en la que aterrizó en ese sitio, pero ¿Cómo saberlo?
Ese otro muchacho estaba vestido con ropas negras muy extrañas, túnicas negras con cadenas a los brazos, una especie de collar con cadenas negras al cuello, y una extraña máscara en el perfil izquierdo. El chico no comprende qué ha sucedido, pero, intenta despertar al joven, zarandeándolo, sin lograr despertarlo.
—Maldición, debo moverlo de aquí, hay plantas que no son mías, si nos ven me las van a cobrar y no tengo dinero…—habla el chico, levantando a como puede al otro muchacho, llevándolo y adentrándolo al apartamento.
Ese otro muchacho quedó en el suelo de ese apartamento por un buen rato hasta que poco a poco se fue despertando. Abriendo los ojos poco a poco, observaba borroso hasta que logró enfocar, cayendo en cuenta de que estaba en un lugar al que él nunca antes ha visto.
—¡¿En dónde estoy, maldición?! ¡Aaah! ¿¡Luz!? —exclama ese chico, asustado, quien salta como gato a la cama del otro joven, al ver la luz solar que entra por una de las ventanas del apartamento. —¿¡Qué clase de reino es este!? —exclama el chico de la máscara al joven, con ansiedad en su voz.
—¿¡Reino!? ¡Qué clase de pregunta es esa! ¡¿Quién rayos eres?! —pregunta ese otro joven.
Los dos se miran por unos segundos y llegan a la conclusión de que por más preguntas que hagan no se van a entender.
—No entiendo cómo es que estoy aquí…—afirma el chico de la máscara, rascándose la cabeza, intentando recordar qué fue lo que pasó.
—¡Hace quince días que llegó extrañamente ese joven y mi dinero no alcanza, le he tenido que ayudar con todo, en que se hiciera un perfil en esta ciudad, en darle un nombre, en comprarle un móvil y una línea, y en prestarle mi ropa…y alimentarlo, por supuesto…!, ¡Haré que trabaje! —exclama ese chico, levantándose de la banca, decidido en ir a afrontar al extraño joven que llegó de una forma tan anómala a la vida de él.
Mientras ese muchacho llamado Tsutaiku, camina con dirección al edificio departamental en donde vive, el otro chico que llegó repentinamente se la pasa pensando una y otra vez sobre qué debe hacer, mirando al cielo.
—Tenebrae, ¿Acaso me estás poniendo a prueba y quieres que destruya este mundo? —se pregunta mientras observa hacia el cielo despejado mientras está sentado tranquilamente mirando a ciertas aeronaves ir y venir en esta ciudad tan concurrida y tecnológica.
¿A quién llama por “Tenebrae”? ¿A qué se refiere con destruir?
¿Es acaso este joven capaz de eso?